Cuando descubrí que era seropositiva a través de un análisis de sangre rutinario, fue como si todo mi mundo se derrumbara. Antes de recibir los resultados, estaba disfrutando de la fase de luna de miel de un nuevo matrimonio, justo comenzando a construir una vida con mi nuevo esposo y mis dos hijos. Éramos felices y estábamos entusiasmados con el futuro, y entonces todo se vino abajo. No lo sabía en ese momento, pero mi esposo era seropositivo. Traicionada e intentando asimilar este diagnóstico que me cambiaría la vida, decidí dejarlo y llevarme a mis hijos conmigo.
Al principio, estaba en negación. No podía aceptar el diagnóstico y lo estaba afrontando de maneras poco saludables. Pero en el fondo, sabía que tenía que sobrevivir, no solo por mí, sino por mis hijos. En ese momento, dependía de la asistencia social, y el poco dinero que tenía no cubría todos mis gastos, especialmente cuando se trataba de criar a dos hijos. Hubo días en que no comí, solo para que ellos pudieran hacerlo. Mencioné esto a uno de mis gestores de casos en el Programa de Atención Comunitaria para el VIH/SIDA (CCHAP) y me hablaron de Food For Thought.
Recuerdo la primera vez que visité el banco de alimentos con tanta claridad: desde el momento en que entré, no podía creer lo que veía. El exuberante jardín, los productos frescos, la variedad y la calidad de los alimentos: eran productos de marca, nada genérico. La cantidad de comida que recibí fue increíble, y pude notar que era de alta calidad. Ese fue el comienzo de un gran cambio en mi vida.
Ha habido momentos en mi vida en los que estuve en muy mal estado. Tenía bajo peso y mi salud estaba en peligro. No tenía la fuerza para cuidarme a mí misma. No podía ir al supermercado, y mucho menos llevar la compra dentro o cocinar para mi familia. Food For Thought comenzó a hacerme entregas, lo cual fue un inmenso alivio. En momentos en que mi medicación me producía tantas náuseas que no podía comer y estaba enferma con bastante frecuencia, me proporcionaban bebidas nutritivas que podía tolerar y que disminuían la enfermedad.
Durante los últimos 20 años, Food For Thought ha sido una fuente constante de apoyo. Hay tantas veces que creo que habría pasado hambre y habría muerto sin su ayuda. Su generosidad literalmente me ha mantenido con vida. Hasta el día de hoy, la gente se asombra de la comida que recibo y a menudo me pregunta: “¿Dónde consigues estos alimentos?”. Siempre respondo: “Es un lugar especial”.